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Instituto Schiller
Defensa Nacional contra la
guerra microbiana

por Lyndon H. LaRouche, Jr.
28 de octubre de 2001

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Quien es Lyndon LaRouche

Lyndon H. LaRouche, Jr., hizo la declaración siguiente el domingo 28 de octubre de 2001,

Defensa Nacional contra laguerra microbiana

La guerra cuesta mucho dinero, además de otras cosas; pero perder una guerra ante un adversario que ataca, cuesta infinitamente más. Esa es la enseñanza que debe extraerse de la ola de ataques de ántrax lanzados desde dentro de los Estados Unidos. La interrogante que surge de esos ataques es: "¿Qué sigue?"

La habilidad de los autores de estos ataques es ya bastante clara; hasta los órganos de difusión estadounidenses, en gran parte, empiezan a acercarse a la verdad en cuanto a algunos rasgos importantes de esos ataques. El problema inmediato, urgente, es el de crear y desplegar una defensa bien coordinada del territorio nacional en el frente de guerra biológica. Esta debe desplegarse no sólo contra los presentes ataques con ántrax, sino contra cualesquiera que sean el arma y la estrategia que el enemigo use la próxima vez.

Esto significa que de una vez tenemos que acabar con cualquier confusión o conflicto de propósitos entre las agencias públicas y privadas que deben funcionar eficazmente como un equipo coordinado. Con ese fin, es importante que forjemos un consenso sobre el curso a seguir, y la naturaleza de las acciones a tomar a cualquier costo, para asegurar que sean eficaces. En cuanto a este tema en particular, es importante que yo intervenga personalmente, de manera pública, para destacar los siguientes puntos:

La defensa nacional en tanto saneamiento

Los principios más importantes de la defensa nacional contra la guerra bacteriológica y cosas afines se consolidaron como conocimiento en la experiencia de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea. Esas enseñanzas se incorporaron en la legislación Hill-Burton, que se adoptó y se puso en práctica poco después de terminar la Segunda Guerra Mundial.

Como enseña la experiencia concomitante acumulada por nuestra nación, entre otras, a lo largo de siglos, no debemos limitar el concepto de defensa contra la guerra microbiana y ataques afines, al papel de la práctica médica. Debemos ubicar el papel de la profesión médica, tanto en lo que toca al cuidado de los enfermos como en otros respectos, como un aspecto esencial de las medidas sanitarias.

Paso a explicar esta extremadamente importante diferenciacíon que hay que hacer en este aspecto de nuestros requisitos de defensa nacional. En la medida en que desmantelamos buena parte de la protección de defensa nacional que en los tres decenios pasados nos dieron las medidas sanitarias y medidas concomitantes, se crearon las vulnerabilidades de nuestra nación a los actuales ataques de guerra microbiana, y las oportunidades que esas vulnerabilidades representan al presente para nuestros enemigos.

La defensa biológica nacional significa, principalmente, las medidas sanitarias esenciales para mejorar y defender la esperanza de vida y el bienestar de la población en su conjunto. Esto incluye las medidas y prácticas institucionales que la sociedad moderna denomina saneamiento público. Esto incluye no sólo agua potable, sino también mejoras en el suministro de energía, per cápita y por kilómetro cuadrado, a un costo relativo descendente para las poblaciones, las industrias y el público en general. Incluye mejoras en el transporte público.

También incluye, en general, las prácticas de las profesiones médicas. El aspecto central del papel de la profesión médica es el hospital general, que se ofrece como una institución pública que no sólo funciona como centro de enseñanza, sino que también le sirve a los sectores de la población que son relativamente indigentes y, por tanto, los más probables focos de contagio de enfermedades infecciosas. El hospital público de enseñanza de esta clase, que también esté integrado a las funciones de enseñanza e investigación de una universidad, figura entre las intituciones más valiosas de este tipo.

El aspecto de la práctica médica que tiene que recalcarse cuando se encaran las realidades y amenazas de la guerra biológica, como sucede ahora, es la capacidad de la profesión médica de responder de forma eficaz, produciendo rápidamente formas apropiadas de tratamiento fuera de lo acostumbrado, para enfermedades que se manifiestan de forma atípica. En semejantes circunstancias, tenemos que vérnoslas no sólo con el "ingenio" aparente de los organismos infecciosos, pero con un enemigo como el Dr. Moreau -el personaje ficticio de H.G. Wells-, cuyos impulsos satánicos se usan para hacer agentes infecciosos más mortíferos que los que surgirían de esas enfermedades por los llamados medios naturales.

Empero, sin disminuir la importancia que hay que darle a la práctica de la contrainteligencia médica, la primera línea de defensa de la población contra las enfermedades epidémicas normales, y contra los ataques de guerra biológica, es la higiene pública. Necesitamos una suerte de "programa intensivo" coordinado, de ataque combinado en ambos frentes.

Esto significa que debemos proceder rápidamente no sólo a restaurar el indispensable Hospital General de Washington, sino a restaurar esas defensas médicas y de infraestructura que fueron desmanteladas, parte por parte, durante el cuarto de siglo transcurrido más o menos desde que se promulgó la legislación original de las llamadas Organizaciones de Mantenimiento de Salud. De no hacerse eso, ya puede el lector dar prácticamente por un hecho lo que pudiere ocurrirle a él y su familia como resultado de los ataques de guerra biológica.

Las metidas de pata de costumbre

La defensa territorial se emprendió con el disparate de rigor. Emergió súbitamente como una nueva entidad improvisada, sin las medidas adecuadas para integrar sus funciones con el trabajo de otras entidades existentes, que operan en la misma área de responsabilidad. Hasta ahora, hasta para encarar los problemas del ántrax en la zona de Washington, se está matando a los ciudadanos, literalmente, con una maraña de burocratismo.

Afortunadamente, hay veteranos que conocen desde dentro "programas intensivos" nacionales anteriores, como el Proyecto Manhattan y la NASA, que pueden aportar consejos invaluables sobre temas tales como "no cometan los errores que cometimos nosotros", especialmente en lo tocante a la coordinación entre los especialistas militares, los científicos y las influencias burocráticas generales, legislativas y de intereses creados, que son las más dadas a arruinar la puesta en práctica de lo que han sido misiones excelentes. La ciencia, la toma de decisiones impulsada por la economía para la aplicación de la ciencia, y la precisión militar del despliege, tienen que integrarse en una sola orientación hacia la misión, y esta tiene que contar con una directiva del propio presidente en el sentido de "hagan todo lo necesario".

Ya no hay razón de dudar de que hay alguna conexión funcional entre lo que sucedió el 11 de septiembre y los ataques con ántrax. Exactamente cuál sea esa conexión, o no la sabemos, o los que saben no nos dicen. Sépase o no, existe la conexión y en este momento es una operación funcionalmente interconexa.

Hasta ahora, los ataques han tenido principalmente la característica de guerra sicológica. Las miles de muertes que hubo en Nueva York y Washington el 11 de septiembre afectaron de la forma más inmediata a los familiares y amigos de los que murieron, pero, desde la perspectiva del enemigo que planeó y perpetró esos ataques, la intención fue la guerra sicológica. Ese también ha sido el caso hasta ahora con los ataque de guerra bacteriológica. Sin embargo, también sabemos que, aunque el efecto de los ataques indica la intención de aterrar a la población estadounidense, el enemigo causante de esos ataques tiene la intención de quebrantar la voluntad de la población; el enemigo está dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias, lo mismo que en un golpe de Estado los conjurados saben que si se les derrota o captura pueden darse por muertos. No hay garantía que los conjurados se limitarán a los ataques terroristas de misión limitada que se han experimentado hasta ahora.

Así que tenemos que estar listo para lo peor, pero proponernos lo mejor. Esa debe ser la misión de la guerra en general, pero también la misión específica de los elementos de defensa biológica territorial.

Tenemos también que tomar en cuenta el peligro de ataques relacionados, pero algo distintos. Puede esperarse que la estructura de mando que implícitamente desplegó los ataques que se han experimentado hasta el momento, despliege motines mortíferos como los que se planeaba que ocurrieran en la región de la ciudad de Washington a mediados de septiembre. También puede esperarse que un adversario, hasta ahora desconocido, que ha revelado el carácter de sus capacidades e intenciones, destruya elementos económicos cruciales de la infraestructura, la industria y los abastos. Esta no es una guerra como la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo; pero tiene las características de una guerra en cuanto a sus efectos sobre la población de los EU y de cualquier otra nación que el mismo adversario haya tomado de blanco.

Señores, pongan las cosas en orden rápidamente. Acaben con la confusión de una vez.

Fin

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