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Noticias Económicas

Los derivados son armas de 'destrucción masiva'

por John Hoefle

El mundo de los derivados financieros es muy parecido a un volcán, con una tremenda actividad subterranea, que de vez en cuando hace erupción. Ese fue el caso a principios de marzo, cuando el megaespeculador Warren Buffett lanzó un virulento ataque contra los mercados de derivados, calificándolos de "bombas de tiempo" que "podrían desatar serios problemas sistémicos".

La advertencia de Buffett es sólo la última de una serie de declaraciones alarmantes sobre los peligros que enfrenta el sistema financiero global en general, y los mercados de derivados en particular. En conjunto, dichas declaraciones reflejan la creciente desesperación de los mercados financieros, atrapados en una burbuja deflacionaria, en donde las presiones de las pérdidas sin reconocer van en aumento, y pronto estallarán ante la vista de todos.

Pese al dramatismo de estas declaraciones, no son sino un pálido reflejo del análisis de Lyndon LaRouche, de que el derrumbe financiero global ya está en marcha, y que será mucho peor que la Gran Depresión de 1929–32, de no tomarse medidas de emergencia, y rápido.

Lo útil de estas declaraciones no es que señalen peligros desconocidos —Lyndon LaRouche nos lo ha advertido y aun más—, sino que muestran que los financieros están tan arruinados en lo político, como en su balance general. Las pulgas no ofrecen solución, porque la solución empieza por un baño de matapulgas.

Armas letales

"Los derivados son armas de destrucción masiva que conllevan peligros, latentes por ahora, pero potencialmente letales", dijo Buffett en el informe anual del 2002 de su empresa, Berkshire Hathaway, de acuerdo con la revista Fortune. Los derivados "son bombas de tiempo, tanto para las partes que negocian con ellos, como para el sistema económico", dijo Buffett.

Buffett, cuya empresa es dueña de la aseguradora GEICO y de General Reinsurance, dijo que los derivados y el negocio de las reaseguradoras son, "ambos, como el infierno, muy fácil de entrar y casi imposible salir".

Buffett añadió que una de las principales reaseguradoras del mundo "casi ha dejado de pagar indeminizaciones, incluyendo aquellas válidas y pendientes. Esta empresa le debe miles de millones de dólares a las aseguradoras, que ahora enfrentan pérdidas enormes".

Las advertencias de Buffett se produjeron después de la declaración del presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, sir Alan Greenspan, de que el público debe prepararse para rescatar a los grandes bancos que comercian derivados, así como de la promesa que hiciera el gobernador de la Reserva Federal, Ben Bernake, en el sentido de que la Reserva imprimiría tanto dinero como fuera necesario para estos rescates. En enero, el Bundesbank, el banco central de Alemania advirtió del peligro sistémico de bancarrotas múltiples de los bancos de derivados. Y, en febrero, la Oficina de Vigilancia del Departamento de Vivienda de los EU advirtió del "riesgo sistémico" que amenaza a las entidades hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac, y a los mercados de derivados no regulados.

La crisis se ha exacerbado por las fracturas políticas producidas en torno al empuje bélico angloamericano, ya que esconderle la verdad al público requiere una estricta coordinación político–financiera.

En defensa del cáncer

Haciendo gala de una ceguera impresionante, Greenspan sigue defendiendo a los mercados de derivados, insistiendo que ayudan a dispersar los riesgos y a mantener sano al sistema. Dado el cálculo del conocido economista Lyndon LaRouche de que las apuestas de derivados son diez veces el monto del producto interno bruto (PIB) mundial, el mundo estaría tan apalancado contra los riesgos que ya no habría riesgo alguno. Pero, si éste si fuere el caso, ¿por qué le preocupa tanto a Greenspan rescatar a los bancos de derivados? Parece que Greenspan quiere mamar por ambas tetas; o eso, o está mintiendo.

Lo que Greenspan quiere decir cuando habla de dispersar el riesgo, es usar los derivados para transferir las pérdidas potenciales de los libros de contabilidad de los bancos y otras instituciones financieras, a los fondos mutuos y de pensiones, y a los inversionistas extranjeros y otros.

Véase el caso de las tarjetas de crédito. Los bancos han repartido tarjetas de crédito a tutiplén para hacer crecer la economía a través del gasto del consumidor, aunque es evidente que un porcentaje elevado de tenedores de tarjetas de crédito nunca podrá pagar su deuda. Para protegerse, los bancos han dado en englobar sus préstamos de tarjeta de crédito, y luego vender títulos en base a los mismos. A fines de 2002, según la Asociación del Mercados de Bonos, había 398 mil millones de dólares en instrumentos financieros basados en estos títulos de tarjetas de crédito, denominados ABS (un derivado), en comparación con 362 millones en 2001, y 306 mil millones en 2000.

En total, había más de un billón y medio de dólares de ABS pendientes a fines de 2002, lo que representa una "dispersión del riesgo" sustancial para los ingenuos. Este proceso de compartir las pérdidas, combinado con los ingresos del timo de la "protección" en el negocio de los derivados, es la única forma en que todavía pueden operar algunos bancos.

Lo que Greenspan no dice es que la concentración de este enorme riesgo de derivados en unos cuantos bancos hace de ellos el centro de cualquier gran desequilibrio financiero. La caída de cualquier banco de derivados importante producirá, a su vez, una reacción en cadena entre los otros bancos en la jugada, derribando al sistema financiero mundial como a un castillo de naipes.

Greenspan pretende evitar tal proceso, como lo afirmó, rescatando a los bancos de derivados, pero eso no funcionará. Tan sólo los bancos comerciales de EU tenían 56 billones de dólares en derivados a fines de 2002, 24% más que el año anterior, y la vulnerabilidad estadounidense probablemente asciende a entre 90 y 100 billones de dólares, 10 veces el PIB del país.


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