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Noticias Internacionales Artículos especiales por Helga Zepp LaRoucheEste libro es una bomba: John Perkins, descendiente de una familia de la élite estadounidense, revela en su libro —Las confesiones de un sicario económico— los secretos del “herramental” que emplea la oligarquía financiera internacional para someter a los países, y en especial a los que están en vías de desarrollo, a los dictados del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial e intereses financieros privados, un repertorio que va desde el chantaje económico, a los asesinatos a sueldo e incluso la guerra. El modus operandi que describe también encaja con una serie de asesinatos inexplicados que ocurrieron en Europa: desde los casos de Enrico Matei, Aldo Moro, Jürgen Ponto y Alfred Herrhausen, hasta el de Detlev Karsten Rohwedder, por mencionar algunos. La verdadera bomba es que Perkins explica que tomó la decisión de desenmascararse a sí mismo como un sicario económico (o SE, como según él le llaman en el argot de su profesión), luego de llegar a la conclusión de que sus acciones de décadas resultaron en los hechos del 11 de septiembre de 2001. Y advierte sin ambagues que habrá más de este tipo de hechos en el futuro. La publicación de este libro es parte de una revuelta sin precedentes por parte de un gran número de empleados de los servicios de seguridad, las fuerzas armadas, la carrera civil y el cuerpo diplomático estadounidense, quienes cada vez están más convencidos de que la continuación de las políticas de George W. Bush y Dick Cheney será la ruina de los Estados Unidos. Los dos flancos más importantes del desastre que representan las medidas del Gobierno de Bush son obvias: la situación fuera de control de la guerra en Iraq, y el hecho de que el sistema financiero internacional basado en el dólar va camino a desbarrancarse de forma estrepitosa. El pánico cunde: Heinz Brestel comenta en la sección económica del Frankfurter Allgemeine Zeitung que el dólar alcanzará pronto la cotización de 1,60 por euro; lord William Rees–Mogg escribe en el Times de Londres que la “avalancha” (del derrumbe del dólar) está por empezar. El banquero italiano y ex ministro de gobierno Paolo Savona advierte que un “Hiroshima” amenaza al sistema financiero; y el jefe de economistas del banco de inversiones Morgan Stanley, Stephen Roach, ve el mundo al borde de un “Harmagedón” financiero. Esta asombrosa riqueza de metáforas sobre el desplome no significa que estos caballeros hayan descubierto su veta poética sino que muestra cómo están cayendo las vendas de los ojos de aun los más rabiosos defensores de la globalización. El sistema ha llegado a su fin en su totalidad y ahora. El heraldo anuncia la tormenta El dólar cae y cae; el flujo de capital necesario para conjurar el derrumbe que amenaza a causa del déficit de EU simplemente ya no existe; el precio del petróleo de nuevo anda por los 50 dólares el barril, casi el doble de lo que sería un “precio neutral” para la economía dada la inflación mundial. El precio del oro superó la barrera de 450 dólares la onza; las materias primas ahora son las favoritas de los megaespeculadores; Rusia ya empezó a cambiar su cartera de inverviones y a liquidar parte de sus reservas de dólares; otros países asiáticos harán lo mismo. Uno sólo tiene que ver la simultaneidad de todos estos hechos para entender que todo está en proceso de desintegración. Y todos aquellos que lo saben son presa de la ansiedad. En este momento cualquier pequeño incidente puede hacer que el sistema explote. Perkins en su libro subraya que las medidas aplicadas por los “sicarios económicos” llevaron a los ataques del 11 de septiembre. Dice esto sin dar más detalles y, sin referencia explícita al análisis de Lyndon LaRouche, asevera que los ataques sólo pudieron llevarse a cabo con la colaboración activa de elementos de los servicios de seguridad estadounidenses, y que corresponden a la tradición del incendio del Reichstag ordenado por Goebbels. La presente crisis sistémica es, no obstante, el resultado de la política de hacer de un país del “Tercer Mundo” tras otro el blanco de los sicarios económicos, y de obligar a sus gobiernos a endeudarse hasta el cuello, para ventaja de la erección de un imperio angloamericano conforme a la tradición de Venecia y el sistema imperial angloholandés, y de los intereses de empresas tales como la Bechtel y Halliburton; y de ese modo someterlas a las órdenes del FMI. Para estas naciones perplejas y confundidas, dicha política fue el acabóse, como puede verse de inmediato en el caso de los “pupilos modelos” del FMI: Argentina y Polonia. Los dirigentes políticos de esas naciones tenían la opción de escoger entre convertirse en esbirros del imperio angloamericano y actuar contra su propia población o, tarde o temprano, ser derrocados. Esta política ha llevado a la economía mundial a la ruina para beneficio de unos cuantos especuladores. Así que el libro de Perkins es tan explosivo porque lo escribe una persona informada de alto rango, quien a fin de cuentas acepta su culpa con su autoconfesión. Pero simplemente también es congruente con la experiencia específica que ha tenido nuestro movimiento en los últimos 30 años. Un equipo de expertos veteranos del movimiento de LaRouche en los EU y Europa ahora pasa revista a algunos de los hechos narrados por Perkins, para cotejarlos con condiciones y asuntos ya conocidos por nosotros, y además investigar otros materiales de trasfondo. Lo que ya puede decirse es que hay, sobre todo en las naciones en vías de desarrollo, muchos testigos contemporáneos que pueden confirmar lo que Perkins confiesa. Así, por ejemplo, Indira Gandhi fue visitada por un representante de EU, quien le llevó el mensaje de que 70 inversionistas estadounidenses, con contratos de inversión de 30 mil millones de dólares, viajarían a Nueva Delhi en cuestión de horas si ella aceptaba de una vez un crédito de 30 mil millones de dólares del FMI. La señora Gandhi recibió a este representante a la mañana siguiente en su despacho en el Parlamento, y rechazó la oferta con el argumento de que con dificultades acababa de pagar un empréstito de dos mil millones de dólares y no veía cómo aceptar este “negocio”. Un indio que fue testigo de estos hechos comentó: “Ella pagó con su vida por este rechazo”. Cualquiera que diga que los golpes de Estado y asesinato de dirigentes del Tercer Mundo no son “nada del otro mundo”, debiera despertar, y pronto. Porque la misma política que Perkins demuestra como la causante de inducir el endeudamiento excesivo del sector en vías de desarrollo —y de los asesinatos de Omar Torrijos en Panamá y Jaime Roldós en Ecuador— y según la mejor información a nuestra disposición, responsable de los asesinatos de Salvador Allende en Chile, Alí Bhutto en Pakistán y otros—, también tiene la culpa de la catástrofe económica en Alemania y en toda Europa, y del hecho de que nuestra juventud, al igual que la de América, será “una generación sin futuro” de no derrotarse a la oligarquía financiera. En otras palabras, las políticas de los “sicarios económicos” también nos golpean a nosotros. El asesinato de Alfred Herrhausen Los dos asesinatos motivados por políticas económicas que, más que nada, armaron el escenario para esta catástrofe, en donde durante 15 año ha sido destruida la economía de Alemania tanto en el este como el oeste, fueron los atentados contra Alfred Herrhausen el 30 de noviembre de 1989, y contra Detlev Rohwedder el 21 de abril de 1991. De la misma forma en que lo hace Perkins en estos momentos, en los 1990 el ex oficial de alta graduación del Pentágono Fletcher Prouty, en una entrevista con la publicación italiana Unitá, dijo que los asesinatos de Aldo Moro, Herrhausen, John F. Kennedy, Enrico Matei y Olof Palme todos fueron debido a que ellos rehusaron, uno por uno, someterse a ser sátrapas menores de la pax universalis dominante. En otra declaración Prouty comparó el significado del
asesinato de Herrhausen con el de John F. Kennedy: Su muerte en aquel momento. . . las asombrosas circunstancias de su muerte. . .nos recuerda al asesinato del presidente Kennedy en 1963. . . Si uno considera todo el contexto de los acontecimientos en la Unión Soviética, Europa Oriental, y sobre todo en Alemania, entonces el asesinato de Herrhausen tiene un significado monstruoso. No podemos permitir que esto quede bajo el tapete. . . Prouty dijo que la clave de la explicación estaba en un discurso de 11 páginas que Herrhausen había preparado para pronunciar en una reunión que tendría lugar una semana después, el 4 de diciembre de 1989, en Nueva York, del Consejo Americano sobre Alemania. En este discurso Herrhausen habría de plantear su visión de la nueva organización de las relaciones Este–Oeste, misma que hubiera orientado el curso de la historia tras los sucesos de 1989 en una dirección dramáticamente distinta. Herrhausen en aquel momento era el único banquero cuyas propuestas para el desarrollo de Polonia como modelo para las otras naciones del CAME seguían las pautas del Kreditanstaldt für Wiederaufbau, que eran también los lineamientos trazados por Lyndon LaRouche. Recordemos los hechos dramáticos del otoño de 1989: el 9 de noviembre cayó el Muro de Berlín; en documentos que luego serían públicos, el Gobierno federal admitió que no tenía ni el más mínimo plan en el evento de ocurrir la inesperada reunificación de Alemania. El 28 de noviembre Helmut Kohl tomó la única decisión soberana de toda su gestión de gobierno, al proponer un programa de diez puntos para la formación de una confederación de ambos Estados alemanes, de hecho, sin consultarlo con las potencias aliadas ni con su socio en la coalición de gobierno, el Partido Democrático Libre (FDP). Dos días después, el 30 de noviembre, Herrhausen fue asesinado por la llamada “Tercera Generación” de la Fracción del Ejército Rojo (FER), una organización “fantasma”, de acuerdo con la televisora ARD. Este “fantasma” volvió a aparecer de nuevo en el asesinato de Rohwedder, y desde entonces se esfumó. En ese entonces Lyndon LaRouche y su organización propusieron un programa similar, pero con un concepto mucho más abarcador que el de Herrhausen: el programa del “Triángulo Productivo París-Berlín-Viena”, el cual habría funcionado como un motor para el desarrollo de la economía y la infraestructura a gran escala para Europa Oriental. Dirigentes importantes de la industria nos dijeron en aquel momento: “¡Ahora es necesario el Estado; un programa de tales dimensiones sólo puede garantizarlo el gobierno!” De haberse puesto en práctica este programa entonces, y de haberse aprovechado “la hora decisiva para la humanidad” de la reunificación alemana, se hubiera llevado a cabo una “construcción del Este” real, hubiera habido un “paisaje floreciente”, y las relaciones Este–Oeste habrían sido definidas por primera vez en el sentido de un verdadero orden pacífico. Como es bien sabido, ocurrió lo contrario. El asesinato de Herrhausen, el único representante de la élite que osó expresar una visión ante la situación histórica, de hecho fue el mensaje al gobierno y a la industria del que habló el coronel Prouty. Después de esto nadie osó arriesgar el pellejo. Luego de los asesinatos los sicarios económicos volvieron a activar sus planes. Por ejemplo, Jeffrey Sachs y otros “reformadores”, quienes pidieron el desmantelamiento de la economía del Este para favorecer a los especuladores de la oligarquía financiera. En diciembre de 1989 el canciller Helmut Kohl experimentó las horas más “negras de su vida” en la reunión cumbre de la Unión Europea en Estrasburgo, refiriéndose a que él tuvo que someterse a los dictados de la oligarquía financiera en la forma de la propuesta Unión Monetaria Europea. El Tratado de Maastrich, el Pacto de Estabilidad, la sustitución del marco por el euro, y el desmantelamiento económico fueron las consecuencias para los nuevos estados federales. Y Detlev Rohwedder Hubo otro dirigente representativo del sector industrial, quien tenía una visión de gran alcance sobre el desarrollo de Alemania: Detlev Rohwedder. Como jefe de la agencia Treuhand Rohwedder estaba a cargo de la transformación de las empresas propiedad del Estado en Alemania Oriental. En 1990–1991 llegó a la conclusión de que una privatización imprudente de la industria, que era parte de la economía real y que todavía era útil, tendría consecuencias sociales inaceptables. Por tanto, decidió en los primeros meses de 1991 cambiar el concepto de Treuhand a “primero restaurar y después privatizar”, siempre pensando en los efectos sociales. Fue en ese momento cuando la FER fantasma golpeó de nuevo. La sucesora de Rohwedder al mando de la Treuhand, Birgit Breuel, hija de un banquero de Hamburgo, no tenía los mismos escrúpulos que él, y bajo su conducción una severa privatización corrió con rienda suelta. ¿Por qué tuvieron que morir estos dos hombre? ¿Serían acaso figuras simbólicas de “la estructura capitalista fascista” a las que la “FER” aludió cuando reclamó el asesinato de Herrhausen? Por el contrario: ambos cometieron un pecado mortal contra el sistema de la oligarquía financiera internacional al expresar dudas morales sobre las consecuencias de ésta política. De allí que, en su libro Alfred Herrhausen, poder, política y moralidad, Dieter Balkhausen describe como Herrhausen, durante el funeral de su colega Werner Blessing en 1987, dijo que la crisis de la deuda del Tercer Mundo no debía continuar en silencio. Una conversación que sostuvo con el presidente Miguel de la Madrid en México, sobre la crisis de la deuda de las naciones en vías de desarrollo, lo había afectado profundamente, y llegó a pensar en la reducción parcial de esa deuda. Balkhausen agrega además que, durante una conferencia de la Iglesia Evangélica, hubo una discusión sobre por qué los bancos internacionales habían puesto la suma gigantesca de mil doscientos millones de dólares a disposición de las naciones en vías de desarrollo y subdesarrolladas hasta 1987, mientras que al mismo tiempo cortaban líneas de crédito con una “severidad explosiva”, y remataban las viviendas de las clases más pobres. La revelación de Perkins, de que los sicarios económicos tenían la misión de tentar a las naciones en vías de desarrollo a endeudarse, para luego poder explotarlas sin piedad, ofrece la respuesta a esta aparente contradicción. En un programa televisivo transimitido por “Arte” el 18 de noviembre de 2002, un sacerdote católico que había sido amigo de Herrhausen, informó que éste había llegado a la conclusión de que, un sistema del que sólo unos pocos sacan pingües ganancias mientras que aplasta a muchos otros, no puede durar mucho. Herrhausen forcejaba con la idea de que tal vez había protegido algo que no debió haber protegido, que no quería proteger, y que no le era lícito en lo moral proteger. Por ello Herrhausen cometió un error a los ojos de la oligarquía financiera, el cual le costaría la vida: llegó a la conclusión de que la economía tenía algo que hacer con la moralidad y con la imagen de la humanidad. Todavía recuerdo muy bien una conversación de sobremesa que sostuvimos en los 1980 con un banquero privado, quien encontraba fascinantes los análisis de mi esposo, y quien lo había invitado a discurrir en repetidas ocasiones ante un círculo importante. Cuando la conversación al fin llegó al momento en que insistimos que la imagen del hombre como ser cognoscitivo tiene que estar en el centro de toda política económica, y que la moralidad que subyace el sistema económico tiene que partir de esto, las pupilas de los ojos del banquero saltaron de sus órbitas. Después de esto el banquero suspendió de súbito todo contacto. ¿Moralidad en la economía política? No; obtener ganancias con “severidad explosiva” en el sistema de la economía de libre mercado, aunque esto signifique la destrucción de todo el continente y entonces, en el mejor de los casos, la esposa apoyará organizaciones humanitarias para guardar las apariencias, por así decirlo. Cuando Herrhausen le propuso un cambio estructural a la mesa directiva de su banco el 28 de noviembre de 1989, cambio que reflejaba su pensar sobre la crisis de la deuda de las naciones en vías de desarrollo, topó con una reacción violenta, dice el ex presidente del Deutsche Bank, Rolf Breuer. La viuda de Herrhausen recuerda que su esposo regresó “con una depresión severa” de esa reunión, que sería su última. Y en la mañana antes de su asesinato, Herrhausen le dijo a su esposa: “No sé si esto tal vez me vaya a matar”. Además del libro de John Perkins, hay otra razón convincente para reabrir la investigación sobre las circunstancias en torno al asesinato de Herrhausen. Hoy encaramos el desplome acelerado del sistema financiero mundial, y en esta situación Herrhausen había propuesto y tomado ciertas medidas para no hacerle daño a la población y para defender el bienestar general. Desde su muerte y la de Rohwedder son pocos los banqueros en Alemania, si es que alguno, listos a actuar de esa forma, y este fue, de seguro, el efecto buscado por los que perpetraron el asesinato. Pero, ¿cuál es la consecuencia? Nuestra nación podría sucumbir. Y no sólo nuestra nación. El rápido deterioro de la crisis estratégica (la cual, como Perkins reconoce, tiene que ver con el 11 de septiembre), y el desplome del sistema financiero que conduce, junto con la globalización, al intento de erigir una pax universalis (paz universal) conforme al modelo veneciano, requiere un cambio de rumbo dramático. Una nueva investigación de los asesinatos de Herrhausen y Rohwedder mostraría cómo tuvo lugar el cambio incorrecto de carril, y en qué dirección debe ir ahora. —Traducción de Zaid Jaloma M.
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