En su
primer discurso de toma de posesión, el presidente Franklin D. Roosevelt
dijo: “En la esfera de la política mundial, yo dedicaré esta
nación a la política del buen vecino; el vecino que de modo
resuelto se respeta a sí mismo y, al hacerlo, a los derechos de los
otros; el vecino que respeta sus obligaciones y respeta la santidad de sus
acuerdos en y con un mundo de vecinos”.
El
Día del Panamericanismo, el 12 de abril de 1933, Roosevelt aplicó
esta política a las naciones del Hemisferio Occidental, afirmando:
“Nunca antes el significado de las palabras ‘buen vecino’ ha
sido tan patente en las relaciones internacionales”.
Con esta
política, Roosevelt regresó a la intención original de la
Doctrina Monroe, tal como la formuló el secretario de Estado de los EU,
John Quincy Adams, quien instó a crear una comunidad de principio entre
los Estados nacionales soberanos de América basada en el compromiso de
fomentar el bienestar general de la población de cada nación. Esta
política fue reflejo de la del Tratado de Westfalia, que acabó con
la guerra de los Treinta Años en Europa en 1648. Este tratado estipulaba
que la base de una paz duradera
estribaba en que cada nación actuara en “ventaja del prójimo”.
La
política del buen vecino de Roosevelt fue, así, un rechazo a la
interpretación imperialista de la Doctrina Monroe por parte del
presidente Theodore Roosevelt. Franklin Roosevelt rechazó la
acción unilateral y la intervención en los asuntos de los Estados
nacionales soberanos del Hemisferio Occidental. En cambio, puso un acento en la
seguridad mutua contra los agresores y el fomento del desarrollo
económico para elevar los niveles de vida.
En el
caso de México, Roosevelt no intervino para dar marcha atrás a la
expropiación de 1938 de las empresas petroleras extranjeras, realizada
por el Gobierno del presidente Lázaro CárÜntdenas. Por el
contrario, en 1941 los EU firmaron un acuerdo de buena vecindad con
México, reconociendo el derecho soberano de México a tener el
control de su petróleo. Dicho acuerdo también incluyó la
extensión de un crédito del Banco de Importaciones y Exportaciones
de los EU a México, para el desarrollo de infraestructura.
La
intención de Roosevelt era hacer de esta política, que al
principio aplicó en el Hemisferio Occidental, la base de la
política exterior estadounidense en todo el orbe luego de la Segunda
Guerra Mundial. En septiembre de 1943 le dijo al Congreso de los EU: “La
política del buen vecino ha tenido tal éxito en el hemisferio de
las Américas, que su extensión al mundo entero parece ser el
siguiente paso lógico”.
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