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Lyndon LaRouche ante la Duma

Cambios de política necesarios para superar la catástrofe económica

Testimonio de Lyndon H. LaRouche, precandidato demócrata a la Presidencia de los Estados Unidos, ante la comisión de economía de la Duma del Estado de la Federación Rusa, Moscú, 29 de junio de 2001.

El mundo entero se ve dominado en lo presente por el hecho de que nos encontramos en la fase final del sistema del FMI [Fondo Monetario Internacional], al menos como ha existido en la forma que cobró después de que el presidente [Richard] Nixon, de los Estados Unidos, introdujo el orden monetario de los llamados "tipos de cambio flotantes" a mediados de agosto de 1971. Al contrario de cierta propaganda histérica proveniente del gobierno de [George W.] Bush, ya en graves dificultades, nada puede salvar al sistema financiero y monetario mundial presente en su forma presente.

Seguirse negando a aceptar ciertas reformas generales necesarias en esos sistemas, provocaría no solamente una catástrofe económica peor que el peor período de la depresión económica de los treintas; la crisis presente, si no se la detiene con las medidas drásticamente necesarias, será también un hundimiento demográfico más o menos equiparable a lo que los historiadores llaman la "nueva era de tinieblas" que se enseñoreó de Europa después de la bancarrota de la llamada banca lombarda en el siglo 14.

Por lo tanto, hablar de cualquier política económica que no incluya una reforma pronta y generalizada del sistema del FMI es peor que perder el tiempo.

Podemos superar esta ruina, pero sólo a condición de que sepamos generar cierto grado de cooperación internacional en torno a cuatro intenciones generales. Las cuatro clases esenciales de cambios generales en el sistema monetario y financiero existente son como sigue.

1. El endeudamiento total acumulado del mundo excede muchísimo hoy día la suma que pudiere llegar a pagarse en los términos y condiciones de pago existentes. Si los acreedores o los deudores desean sobrevivir, mucho de ese endeudamiento se debe sencillamente anular, por carecer de valor. Esto incluye las que son de hecho meras deudas de juego, los llamados derivados financieros.

Lo que quede de deudas moralmente legítimas se debe reorganizar, tanto en monto como en términos, en la medida en que dicha reorganización sea requisito esencial del crecimiento económico físico sostenible del producto per cápita. en esta reorganización, debemos seguir el consejo de Alexander Hamilton, el que fuera secretario de Hacienda de los EU, de insistir en que la parte honorablemente contratada de la deuda oficial de la nación se debe defender, en tanto requisito de su capacidad de crear crédito en lo futuro. El monto principal de toda la demás deuda es negociable en las condiciones de una crisis mundial tan desastrosa como la presente.

2. Como medida política práctica, la revisión de los sistemas monetario y financiero internacionales debe incorporar los mejores rasgos de la cooperación de 1945–1958 entre los Estados Unidos, Europa occidental y Japón. debe ser ésta una forma vigorosamente proteccionista de sistema monetario y financiero, sólidamente basado en una verdadera asociación entre Estados nacionales perfectamente soberanos.

3. Esta reorganización de los sistemas monetarios y financieros del mundo se debe basar en el uso de la cooperación en gran escala y a largo plazo en el desarrollo de la infraestructura en y entre las naciones, con enorme atención a los objetivos de progreso científico y técnico que se adopten. El pivote del crecimiento econónico mundial debe ser un nuevo sistema de cooperación transcontinental entre los Estados nacionales soberanos de Eurasia continental.

4. Las regiones que, en y entre las naciones, puedan generar "fuentes" de productos de científicos y técnicos para las regiones deficientes en su provisión disponoble de dicha tecnología, se deben concebir como proveedores no de préstamos monetarios, sino de crédito comercial a largo plazo, con costos bajísimos. Eurasia continental deberá ser el centro de semejante recuperación y crecimiento económico mundial, pero todo el mundo se beneficiará de participar como socio de dicho esfuerzo.

Dado que el ciclo general de desarrollo basado en la combinación de infraestructura y tecnologías máas avanzadas es más o menos de un cuarto de siglo, el sistema de crédito y pagos se debe basar en ciclos de alrededor de una generación, a un interés simple de sobre el crédito comercial contraído de entre 1 y 2 por ciento.

En las condiciones creadas por la bancarrota general que afecta a los principales sistemas bancarios del mundo, el crédito necesario debe generarse por medio de acciones políticas de gobiernos soberanos, que utilicen insttutciones bancarias nacionales de nueva creación como las agencias centrales a través de las cuales se coordinen los acuerdos pertienentes.

Inevitablemente, habrá muchos que griten en protesta contra la vuelta de las prácticas proteccionistas ligadas a los nombres de economistas como Leibniz, Hamilton, List y Carey. Por más que griten, eso no cambiará el hecho básico de que el sistema del "libre comercio" y la "globalización" ha resultado un fracaso catastrófico en comparación con la orientación proteccionista de 1945–1958. Los Estados Unidos, supuestamente la principal economía del mundo, está actualmente en quiebra, y, de mantenerse la política actual del gobierno de Bush, es una quiebra sin remedio. Mientras tanto, el movimiento hacia la cooperación dentro de Eurasia continental representa ya la piedra angular de la clase de cooperación necesaria para rescatar al menos a buena parte del mundo de la crisis financiera, monetaria y comercial global que se nos viene encima.

El papel de los Estados Unidos

A muchos les parecería que, como el actual gobierno de Bush se opone histéricamente a cualesquier reformas que vayan en el sentido que he he esbozado, las reformas que he indicado carecerían de realismo. Tras la máscara de autoengaño y embustes deliberados de dicho gobierno, la realidad es muy diferente de lo que se le ha hecho creer a muchos por todo el mundo.

Si ven la difundidísima alocución y otros informes que he dado desde fines de noviembre del año pasado, el actual gobierno de Bush ha seguido el malhadado rumbo que desde antes del 20 de enero de este año advertí que seguiría. Como resultado de los disparates del gobierno de Bush de los que yo advertí, ya ocurrió la primera fase de una revuelta política en contra del nuevo gobierno, en la forma de la reconquista del control del Congreso de los Estados Unidos por parte del Partido Demócrata.

Ahora que el segundo trimestre de 2001 ha sido una catástrofe peor que el primero, y el tercero va en camino, las principales cuestiones políticas internas actuales de los EU —energía, inflación y salud pública— se verán deminados por el pánico creciente ante al obvia embestida de una depresión económica general.

Con el hundimiento ahora cada vez más rápido de los Estados Unidos en tanto principal importador mundial de último recurso para Asia y otras partes de todo el mundo, el mundo se acerca a esa sensación de crisis en la que la necesidad de una reforma monetaria y financiera general, más o menos planetaria, será un asunto central de la discusión política en muchas partes del mundo, incluidos los propios Estados Unidos.

No voy a predecir que los Estados Unidos estarán dispuestos a proponer cooperación con las clases de cooperación económica y conexa inherente a los esfuerzos del presidente Putin. Nada más digo que, con los probables cambios de actitud que surgen ya en los EU, la remoción de fanáticos como Zbigniew Brzezinski para emprender la cooperación estadounidense con una perspectiva de desarrollo eurasiático deberá volverse la política estadounidense. Deberá considerarse una política por cuya realización vale la pena trabajar.

Un número creciente de círculos estadounidenses influyentes, dentro del Partido Demócrata de los Estados Unidos y otros círculos, están ya persuadidos de que mis advertencias y proposiciones son importantes. Gozo actualmente de cierto apoyo político significativo en favor de estos esfuerzos dentro de los Estados Unidos y en otras partes. Pero, puesto que, en política, lo bueno nunca está garantizado por el destino, tenemos que trabajr todavía más duro por el éxito.

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