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Ciencia Artículos especiales por Carlos Cota Meza A continuación, reproducimos la exposición que presentara ante la Conferencia Nacional del Partido Laboral Andino en Bogotá, Colombia, en diciembre de 1982, nuestro compañero y amigo Carlos Cota Meza, quien falleciera el 21 de marzo de 2002. Faltan sólo diez años para el quinto
centenario del descubrimiento del Nuevo Mundo, y han transcurrido apenas 461
desde la Conquista, ese inmenso esfuerzo civilizador en esta parte del mundo
donde las relaciones sociales consistían de horrores como el canibalismo,
la promiscuidad y toda clase de salvajismos. En verdad, era el salvajismo
absoluto, producto de la involución que habían sufrido culturas
más antiguas y avanzadas. Con el Descubrimiento y la Conquista del Nuevo Mundo se comenzaron a elaborar en Europa distintas teorías sobre qué es la ciencia. El radicalismo filosófico británico, ni corto ni perezoso, sacó su propia teoría, apoyada en el salvajismo que acababa de descubrirse. John Locke, autor del Ensayo sobre el entendimiento humano, proclamó que las ideas innatas del pensamiento platónico y neoplatónico, simplemente no existen; que Dios, con el Descubrimiento del Nuevo Mundo, había muerto.
Entre 1672 y 1676, Leibniz había viajado a París con la misión de convencer a Luis XIV de que enviara a Egipto una expedición militar y científica, con el fin de detener los avances del fundamentalismo islámico, que intentaba, una vez más, extenderse desde el Cercano Oriente hasta el Mediterráneo occidental. Leibniz no logró convencer a Luis XIV de que
emprendiera aquella expedición, pero Napoleón si lanzó una
en 1789 coordinada por la Ecole Polytechnique francesa, dirigida en ese entonces
por Gaspar Monge. Esta expedición nos da ya la idea de cuál era la
influencia leibniziana en la Expedición Botánica que se
emprendió en el Nuevo Mundo. El argumento de Locke en su
Ensayo es más o menos como
sigue: “Si existen las ideas innatas, entonces deben ser conocidas por
todo el mundo. Como los salvajes del Nuevo Mundo no tienen dentro de sí
ninguna idea innata —es más, no tienen ninguna idea de Dios—,
entonces el pensamiento que sostienen los neoplatónicos está
totalmente en bancarrota”. La réplica de Leibniz en sus Nuevos ensayos es categórica.
Dice que las ideas innatas existen, así no nos demos cuenta de ellas.
Sostiene que hay una armonía preestablecida que le da cohesión al
desenvolmiento del universo y de la naturaleza visible que se presenta a los
ojos del hombre. Sostiene que hay una ley de continuidad en la naturaleza. En sus Nuevos
ensayos, Leibniz se pregunta: “¿Qué descubrimiento
humano no ha estado previamente en la naturaleza, en lo inconmensurablemente
grande o en lo inconmensurablemente pequeño? ¿Qué artefacto
que haya hecho el hombre no ha sido única y exclusivamente para extraerle
mayores secretos a la naturaleza y para demostrar que la ley de la continuidad
existe?” Con este concepto llega al tercer nivel de desenvolvimiento de la
naturaleza, superior al mundo orgánico e inorgánico, y lo
establece como la idea superior que viene a ordenar el descubrimiento de dicha
ley de continuidad. Es por medio de este tercer nivel, el nivel de la
razón, que el hombre conoce la ley de continuidad, merced al desarrollo
científico y tecnológico. Este es el descubrimiento de la
armonía preestablecida, cuya existencia es defendida por Leibniz. Esta es la hipótesis, lo que falta es adelantar
investigaciones bien específicas para poder demostrar la existencia de
dicha ley. Leibniz propone investigaciones en astronomía,
botánica, mineralogía y filología, los cuatro puntos de
investigación de las expediciones botánicas. Leibniz sostiene que
mediante el estudio de las lenguas se puede llegar a la conclusión de que
el origen de las naciones es único, y que las diferencias entre ellas se
establecen mediante las migraciones. Sobre las investigaciones en botánica, dice: “Los botánicos modernos opinan que las
distinciones basadas en la forma de las flores son las que más se
aproximan al orden natural, pero a pesar de ello encuentran muchas dificultades,
por lo cual sería interesente hacer comparaciones y clasificaciones que
no estuvieran basadas en las flores, el cual caso haya sido hasta ahora el
más adecuado en función de que existe un sistema cómodo y
tolerable para los que enseñan, sino que siguieran también
fundamentaciones dependientes de las restantes partes y circunstancias de las
plantas, con la cual cada fundamento merece tablas aparte. Si no se procede
así, se dejarán escapar muchos géneros subalternos como
también numerosas comparaciones, distinciones y observaciones
útiles. Cuanto más profundicemos en la generación de las
especies y condiciones de las cuales dependen, más nos aproximaremos al
orden natural. . . Y si conociésemos suficientemente las cosas,
acaso encontraríamos atributos fijos para cada especie, comunes a todos
sus individuos y siempre subsistentes en un ser vivo orgánico, pese a las
alteraciones y transformaciones que le pudiesen ocurrir, al modo en que la
razón, en el caso de la especie física más conocida, que es
la del hombre, es un atributo fijo que existe en cada uno de los individuos, que
nunca puede perder, aun cuando no siempre resulte perceptible”.
(Nuevos ensayos, Cap. VI: Sobre los
nombres de las sustancias. Libro 3). Pues bien, estas fueron las hipótesis en que se apoyó el rey Carlos III para lanzar las expediciones, y fueron las hipótesis que defendió José Celestino Mutis en su exposición de motivos para justificar la expedición que él inició veinte años antes de que se contara con la aprobación real. Las investigaciones sobre lenguaje las realizó Guillermo de Humboldt; las de botánica, su hermano Alejandro; y los cuatro puntos de investigación propuestos por Leibniz fueron los puntos cardinales que orientaron la obra magna de Alejandro de Humboldt: Cosmos. La armonía preestablecida del Nuevo Mundo Los Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano se publicaron en 1765, cincuenta años después de la muerte de Leibniz. Esta fecha marca el apogeo del reinado de Carlos III, entre 1759 y 1786, lo cual refleja el hecho de que fue Carlos III quien rescató el pensamiento leibniziano junto con toda la élite científica de su corte.
La primera Expedición Botánica no
pretendía una mera clasificación de plantas (aunque hizo una
clasificación bien detallada de las plantas que se estudiaban; cuentan
que había más de 10 mil láminas y estudios sobre distintos
géneros). El objetivo superior de la Expedición Botánica
era la demostración de la armonía preestablecida del universo; la
demostración de que el pensamiento neoplatónico era el
único valido para construir sociedades que superaran el desastre de la
Guerra de los Treinta Años. Aunque la historia “oficial” le atribuye a
Newton y Descartes hegemonía intelectual durante ese periodo, existen
pruebas de que lo que ordenaba todo el proceso de desarrollo científico
en el Nuevo Mundo era el pensamiento leibniziano. Mutis escribió en 1764
un ensayo que se llama Elementos de la filosofía natural, en el que
explica por qué se debe enseñar a Newton en las universidades. La
descripción que hace de Newton no es, empero, newtoniana, aunque
después de establecer una hipótesis de armonía
preestablecida del universo, concluye, con Newton, que las hipótesis no
son necesarias. “El objetivo de la filosofía natural es
describir los fenómenos de la naturaleza, describir sus causas, exponer
sus relaciones y hacer descubrimientos sobre toda la constitución y orden
de la naturaleza. Pero tiene otros fines más nobles. . . Su
principal mérito consiste en que sirve de fundamento sólido para
la religión natural y la filosofía moral, conduciendo al hombre de
una manera muy agradable al alto conocimiento del Autor de la naturaleza y
Creador del universo. . . Los conocimientos que tenemos de la
naturaleza, por imperfectos que sean, siempre sirven para representarnos de un
modo muy sensible aquel soberano poder que obra siempre con una fuerza y
eficacia tal que jamás se debilita, ni por los más largos espacios
ni por los mayores intervalos de tiempo. Finalmente, son unos conocimientos tan
útiles, que siempre nos hacen admirar el orden de un sistema tan
excelente, sin unirse a la armonía general de la naturaleza para elevarse
a su Creador”. Así sustentaba Mutis la necesidad de enseñar a
Newton. Este, obviamente, nunca dijo nada de lo anterior, quien lo dijo fue
Leibniz, y en algunos casos Newton lo plagió. El otro indicio que tenemos sobre los principios
epistemológicos de la Expedición Botánica es la defensa que
hace Francisco José de Caldas del pensamiento neoplatónico frente
al relativismo cultural, frente a la propuesta británico-jacobina de que
los pueblos tienen su moral y sus leyes según estén ubicados
geográficamente. Los que estaban situados en el norte eran más
reposados porque, naturalmente, tenían frío; y los que estaban
más cerca del Ecuador eran pura sensibilidad, eran los caribes, eran los
que dice García Márquez que somos los latinoamericanos. En respuesta a tales tesis, a los 28 años de edad, Caldas escribió un artículo llamado Influjo del clima sobre los seres organizados, y dice: “¿Cómo es posible que diez grados de latitud geográfica del hombre, basten para que se altere su moral, se haga más virtuoso o se cubra de delitos?. . . Ninguno de los seres vivientes ha extendido su existencia a todos los puntos del globo. Sólo el hombre, esta criatura afortunada, se ha multiplicado maravillosamente, y ha llevado su imperio a todos los ángulos de la tierra; en el ecuador y en el polo, en la zona inflamada y en la glacial, y en el antiguo como en el nuevo mundo ha hecho sentir la superioridad de su ser a todos los vivientes. Libre, señor, independiente, todo lo ha subyugado, todo lo ha hecho servir a la propagación de su propia especie, así varíe su estructura física, así varíe el color por su ubicación geográfica”.
La reconquista, regreso de la inquisición España e Inglaterra han estado siempre en guerra. Las
guerras de Independencia en el Nuevo Mundo se dieron después de que
Napoleón invadió España y derrocó a la
monarquía. Los expedicionarios neoplatónicos, los independentistas
anteriores a Bolivar, creían, como lo creyeron muchos republicanos
europeos, que Napoleón “llevaba en la punta de la espada la
liberación de los pueblos”. El principal soporte de la derrota de Napoleón en
España fue la corona británica. Esta fue la que ayudó a
expulsar a Napoleón y reinstauró a la monarquía, con la
condición de que tenía que lanzar una “reconquista” en
Hispanoamérica para detener la influencia de la Revolución
Americana en el continente. La Revolución Americana había sido la
primera insurrección política exitosa contra el colonialismo
británico. Como Napoleón había destruido la fuerza naval
de la Corona española, la reconquista de Morillo se lanzó en
barcos prestados por Inglaterra, barcos tomados de la Compañía de
las Indias Orientales y Occidentales (Jamaica). Los barcos británicos que
se utilizaban para el tráfico de esclavos y opio, y para respaldar la
política colonialista de Inglaterra, fueron los mismos en los que
llegaron a América los reconquistadores. Un historiador neogranadino, Florentino Vezga, escribe que al primer año de la Reconquista, los españoles fusilaron a 22 discípulos de Mutis. Y en los ocho años que duró la Reconquista, murieron más de cien estudiantes de Mutis. Más de cien criollos educados en la tradición neoplatónica. Divina proporción y divina botánica en el Nuevo Mundo Desde hace más de 2.500 años se ha venido
estudiando que la naturaleza tiene una forma de reproducción, y el hombre
ha inventado ciertas herramientas que hoy conocemos como geometría para
lograr la explicación y representación de este proceso evolutivo
del universo. La más importante de estas herramientas se conoce como la
divina proporción, la media y extrema razón o la sección
áurea. Cuando una línea se divide de tal manera que el segmento menor es al segmento mayor como el mayor es a la suma de los dos segmentos, a esta razón se le denomina sección áurea (figura 1).
La sección áurea está relacionada con
la espiral logarítmica. Una secuencia de rectángulos áureos
(lado menor 1, lado mayor K) sugiere la forma de una espiral logarítmica
o equiangular, en la cual el ángulo que la espiral forma con un radio
vector es siempre el mismo, y la distancia del centro crece con cada vuelta, por
un múltiplo constante, o sea, de forma autosimilar. Además de las
galaxias, los caracoles y demás, la espiral logarítmica aparece
constantemente en muchos aspectos de la vida vegetal, y los discípulos de
Mutis no perdieron oportunidad para representarla
(figura 2).
El estudio de las pasifloráceas le
presentó a los científicos de la Expedición Botánica
abundantes pruebas de la validez de estas leyes en el reino vegetal
(figura 3).
Otra propiedad de los procesos evolutivos del universo, relacionada también con la sección áurea, es la que se conoce como la Serie de Fibonacci, el nombre del matemático italiano que la descubrió. Consiste en añadir a la suma de dos números consecutivos el último de los sumandos, y a esta nueva suma el último de los otros dos, y así sucesivamente: 1 más 2 igual a 3; 2 más 3 igual a 5; 3 más 5 igual a 8; 5 más 8 igual a 13, etc. A medida que se avanza por esta serie, la proporción entre los sumandos se va aproximando más y más a la relación 1 sobre k. La proporción áurea. Se ha descubierto que los radios de las órbitas de las lunas de algunos planetas siguen esta secuencia, y los expedicionarios del Nuevo Mundo estudiaban sus manifestaciones en la inflorescencia de las plantas y en las ramificaciones de los tallos. No es coincidencia, y ciertamente es un punto más a favor de la armonía preestablecida del universo, que esta resulta ser también la distribución óptima para que todas las hojas de la planta reciban un máximo de luz solar.
Una segunda Expedición Botánica Con estas láminas (existieron más de 10
mil) comprobamos que la epistemología de José Celestino Mutis y
sus discípulos proviene de las hipótesis leibnizianas —de la
tradición neoplatónica— de la armonía preestablecida
del universo: la ciencia tiene como objetivo descubrirla y extenderla cada vez
más, a través de los adelantos técnicos y su
aplicación a las actividades del hombre. En la actualidad, una Segunda Expedición
Botánica como la propuesta por el presidente Belisario Betancur, no debe
consistir en desempolvar viejos estudios sobre el tema (con lo cual corremos el
peligro de que dichos estudios no digan nada interesante), sino retomar la
epistemología que la hizo posible, la única que puede hacer al
hombre contemporáneo rebasar los límites a que ha llegado el
conocimiento científico. Una Segunda Expedición Botánica no puede ser
menos que la creación de un Instituto Iberoamericano de Altos Estudios
para realizar investigaciones en la frontera de la ciencia, en física de
plasmas, química, biología, termodinámica e investigaciones
sobre el cáncer. Esta es la única forma de crear una élite
científica capaz de dar independencia y soberanía a las naciones
de Iberoamérica. Como lo muestra la despiadada guerra declarada por los “pacificadores” contra los discípulos de Mutis, la ciencia es cuestión de vida o muerte para nuestras naciones. Es política. __________________ |
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