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LA COLUMNA DE HELGA ZEPP-LAROUCHE

Petitorio internacional:

Al borde de la Tercera Guerra Mundial

por Helga Zepp LaRouche

22 de noviembre de 2011

“Me temo que esto será un fait accompli... simplemente sucederá una mañana: nos despertaremos y el ataque habrá ocurrido”. Estos fueron los comentarios recientes a la revista EIR del General retirado Joseph P. Hoar, ex comandante en jefe del Comando Central de EE UU, sobre el peligro de un golpe inminente contra Irán. Sólo poco días antes, Nikolai Makarov, el jefe del Estado Mayor de las fuerzas armadas de Rusia, advirtió que Rusia podría ser involucrada en un conflicto nuclear regional, que podría crecer y convertise en una guerra a gran escala. Y algunos oficiales militares estadounidenses vienen advirtiendo sobre las “consecuencias incalculables” de un ataque contra Irán. Especialistas importantes en temas del suodeste asiático advirtieron desde hace tiempo que cualquier guerra contra Irán significaría la Tercera Guerra Mundial.

Cuando una amenaza es tan terrible, tan inimaginable que sobrepasa la comprensión humana normal, la psiquis huamana tiene una tendencia a suprimir esta realidad, como si fuera por defensa propia. Y la idea de una Tercera Guerra Mundial en la cual se utilizarán armas de destrucción masiva, es ciertamente un caso de este tipo. Con la guerra contra Libia, y ahora las amenazas contra Siria e Irán, muchos sienten que algo terrible está en el horizonte. Experimentan un efecto dejà vu—escuchan la misma propaganda que se lanzó durante el armado de la guerra contra Irak—y admiten que simplemente no quieren ni escuchar ni mirar informes de noticias, dado que son meramente el calentamiento para las verdaderas hostilidades.

Pero es mejor para nosotros pensar lo impensable, porque sólo si los individuos y gobiernos pueden pintar en su imaginación, con detalles espantosos, cuales serán las consecuencias de una guerra global que involucrará el despliegue de armas ABC, podríamos efectuar el cambio de curso que puede anunciar y evitar este peligro de guerra —como si faltaran cinco minutos para medianoche—Es un hecho que existen fuerzas que creen que la reducción en la población causada por una guerra de este tamaño, a menos de mil o dos mil millones de personas, es un resultado deseable. ¿Pero cómo sería la vida para aquellos que sí sobrevivieran? E incluso si uno u otro de nosotros se encontrara entre los sobrevivientes, eso, ¿sería causa de alegría? O en realidad estaríamos maldiciendo ese día, ¿deseando que nosotros también, estuviéramos entre aquellos ya muertos? La razón de este pedido es sacudir al público para que despierte, y apelar a aquellos en posiciones de influencia para que hagan todo lo consebible para evitar esta guerra. Reclamamos que los gobiernos emulen al Ministro de Relaciones Exteriores de Dinamarca Villy Sovndal y declaren públicamente que su país no será parte, bajo ninguna circunstancia en una guerra contra Siria o Irán. Y segundo, toda la dinámica que subyace al peligro de guerra debe ser eliminada, es decir, el colapso cercano del sistema financiero trasn-Atlántico, y del euro en particular.

El cataclismo Económico

“El cataclismo financiero amenaza las naciones más importantes de Europa”, “Sólo Alemania está segura, todo los demás se van a hundir”, “El fatal efecto dominó del euro”, etc. Con un titular de los medios sucediendo otro con escenarios de horror, el fin está de hecho, cerca. El último truco fue un intento de hacer que Alemania cometa hara kiri accediendo a que el Banco Central Europeo (ECB) abririera sus compuertas de mega-dinero y se apropiara de todos los bonos del gobierno de los países insolventes de Europa, como también de todos los “seguros” tóxicos de los bancos privados.

El ECB como el prestamista de último recurso. Ese es un destino mortífero en contra de la estabilidad monetaria—y además una violación flagrante de los propios estatutos del ECB. Asi que bienvenidos a la hiperinflacion a la Weimar 1923—sólo que esta vez, no sólo en un país, sino en toda la región Trans-Atlántica.

El cambio de régimen se trató durante mucho tiempo de la política, no sólo contra las naciones aisladas en cualquier lugar del mundo, sino además es el arma de probada calidad contra cualquier gobierno Europeo que rechaza reducir la calidad de vida de sus ciudadanos a un 50% y bajar su expectativa de vida a través de recortes en el presupuesto público a la salud y los programas sociales. Los gobiernos de Irlanda, Portugal, Grecia, Italia, y esta semana España, han caído víctimas de esta política. Gobernantes electos se reemplazan por tecnócratas no electos, tales como Lucas Papademos en Grecia, Mario Monti en Italia, y el nuevo director del ECB, Mario Draghi, quienes fueron directamente empleados por el famoso banco de inversión Goldman Sachs o trabajaron en colaboración con él. Los negocios de Goldman Sachs están bajo investigación por el fiscal general de EE UU, y se le dedicaron largos pasajes en el Informe Angelides del Congreso estadounidense sobre las causas de la crisis. Sin mencionar el hecho de que los asesores que ayudaron al gobierno griego a falsificar sus libros para obtener la entrada a la Unión Eurpea eran asimismno empleados de Golman Sachs.

La democracia pasó de moda en la Unión Europea, y ha sido reemplazada por una abierta dictadura de los banqueros. “No necesitamos elecciones, necesitamos reformas”, opina el presidente de Europa, Herman Van Rompuy. ¿Alguien lo eligió a él? Si continuamos por este curso de aumentar la austeridad brutal contra la población, todo en nombre de frenar las deudas que fueron el resultado de los paquetes de rescates para los bancos; si cedemos nuestra última pizca de soberanía a una “unión fiscal” o un “Gobierno Económico Europeo”, o incluso a una “Unión política Europea”; entonces habrá una revuelta popular.

Porque no existe tal cosa como un “pueblo Europeo”. En cambio, hay 27 naciones diferentes en la unión Europea, cada una con lenguaje propio, cultura e historia. Darle el poder a una burocracia supranacional de la Unión Europea cuyos tratados, procedimientos y reglas, demarcadas como si estuvieran escritas en una especie de “esperanto de la UE”, son incomprensibles para la gente de esas naciones, y dejarán a Europa en el retraso, en una situación de facto como durante el tiempo que precedió la invención de la imprenta por parte de Guetemberg, cuando los académicos eran los únicos que podían deliberar en Latín, mientras que las masas de la población no podían leer nada escrito en su propio lenguaje. Con esta Europa de la UE, lidiamos con un imperio, y el problema es que los políticos “pro-Europa” han internalizado la lógica de ese imperio. En ningún lugar se ve más claro que en la actitud hacia la guerra en Libia, cuando el ex primer ministro Británico Tony Blair, el presidente francés Nicolás Sarcozy, y otros, eligieron olvidar “oh tan rápido” que poco tiempo antes la carpa de Gadafi se armó en sus ciudades capitales, para buscar acuerdos lucrativos.

Y qué lecciones nos llevamos de la guerra de la OTAN contra Libia—una guerra que, de acuerdo al presidente Barack Obama, se trató solamente de una “intervención humanitaria”—, sin embargo una guerra en la cual un jefe de estado fue eliminado y asesinado bestialmente, ¿sin ningún recurso legal? Lothar Rühl escribe en un artículo titulado “Las lecciones de Libia” en el Frankfurter Allgemeine Zeitung:

“Las operaciones aéreas—incluyendo, y en el futuro incluso mucho mas que antes, drones y misiles crusero—son medios preferenciales para cualquier intervención militar. Esta lección además es válida para los planes del Bundewehr (ejército alemán), que debe priorizar cualquier tipo de despliegue aéreo con aviones jet caza, helicopteros, y drons.” Rühl luego pregunta, con respecto a los eventos concernientes a Siria e Irán: El tiempo es poco. ¿Cuál es nuestra prioridad en una intervención o un ataque preventivo? Una pregunta que deja abierta. Ese tipo de pensamiento revela un plan dirigido al Apocalipsis.

La única oportunidad de la humanidad para evitar la catástrofe que nos amenaza inmediatamente, yace en el cese del curso de confrontación sobre el cual nos encontramos. En nuestro siglo XXI, no hay conflicto que no pueda ser resuelto por medios diplomáticos. La guerra no debe ser una opción porque nos arriesga a la exterminación de la especie humana.

El experimento europeo—la creación de una unión monetaria entre naciones completamente diversas que definitivamente no representaron una “zona monetaria óptima” y que no serán capaces de hacerlo en el futuro probable—ha sido un fracaso. Lo honesto y responsable que hay que hacer es admitir esto, y sacar las conclusiones importantes.

Hay ciertamente una salida: todos los tratados de la UE, desde Maastricht hasta Lisboa, deben cancelarse. Las naciones de Europa deben volver a obtener su soberanía sobre las monedas y sus economías. Se deben acordar tipos de cambio fijo, para frenar la especulación contra las monedas y los ahorros de la gente.

Se debe adoptar inmediatamente un sistema bancario dual, uno en donde aquellos bancos comerciales que sirven al bienestar general y la economía real sean puestos bajo protección estatal. Los bancos de inversión, y el sector de la banca fantasma, deben dejar de operar inmediatamente con el dinero de los contribuyentes, y sus ganancias especulativas virtuales deben anularse. Un Sistema de Crédito deberá financiar la economía real y la inversión de capital sensible, de acuerdo a un criterio de economía física, creando así las bases para honrar los reclamos legítimos del viejo sistema.

En lugar de lanzarnos por un curso de confrontación suicida contra Rusia y China—un curso que sólo puede provenir de una mentalidad imperial perversa—debemos firmar acuerdos de cooperación a alargo plazo, 50 a 100 años, con estas y otras naciones en proyectos futuros tales como energía y seguridad en materias primas, proyectos a gran escala de infraestructura y manejo de aguas, reverdecer desiertos, la expansión de la agricultura para una población mundial en crecimiento, e investigación en los efectos del clima galáctico en nuestro planeta y el vuelo espacial tripulado—en suma, proyectos que podemos describir como las “metas en común de la humanidad”.

Nada menos que la existencia misma de la especie humana está en juego. Enfrentados con este asunto importante, podemos demostrar que, como lo planteó Friedrich Schiller somos seres humanos, ¿y no bárbaros?

Firmantes: Helga Zepp-LaRouche